jueves, 9 de abril de 2015

"RESPONSABILIDAD DE LOS FORMADORES DE CANTERA"


Entrenar a jóvenes es algo más que transmitir tácticas de fútbol, teorizar y hacerles progresar en la técnica futbolística.
Un buen entrenador de futbolistas en ciernes debe entender primero al hombre y después al deportista. La relación entre entrenador y jugadores debe establecerse con serenidad, confianza, respeto mutuo… Sin duda, están formando hombres de futuro…
El entrenador tiene unas responsabilidades básicas, en primer lugar la que dimana del propio formador (Prefiero que no sepa de fútbol pero que sea un ejemplo como persona); también la que surge del propio club que les paga; en suma, un club empeñado en esa labor de cantera adquiere una gran responsabilidad con la propia sociedad en la que se desenvuelve…
Porque un club dedicado con empeño y plena conciencia a este cometido, debe tener perfectamente interiorizados los métodos sobre qué formar y para quiénes. Incluso su masa social debe conocer estos objetivos con toda claridad para que los hagan suyos y los apoyen incondicionalmente.
Por último, sus directivos deben involucrarse en esta misión con mayor empeño que dejarse ver los domingos en el palco del primer equipo.
Esto sería lo ideal. Pero demasiadas veces queda esa labor al albedrío de la buena voluntad de entrenadores que se manejan bien en este campo, pero exclusivamente a título personal.
Y esta labor es colectiva, debe ser una política clara del club. Los jugadores quieren de sus entrenadores una serie de consejos que les refuercen en su desarrollo y formación, necesitan apoyo moral, referencias, una relación serena y de amistad.
Un simple consejo, o un exabrupto fuera de lugar, pueden abrir caminos o cerrarlos. Incluso una posición de “Yo soy el entrenador” puede dar lugar a que cada parte adopte distancias inadecuadas, la creación de una autoridad ficticia, a un problema de respeto mutuo por cuanto no debe estar reñido el trabajo duro con la distinción de que una broma es una broma…
Es lógico que el entrenador incida sobre muchos aspectos del jugador que dará lugar a que éste reaccione hasta con incomodidad, incluso lo tildarán de pesado”…
Porque son demasiadas recomendaciones a la vez:
Consejos sobre vestimenta, hábitos alimenticios, calzado adecuado o inadecuado para entrenamientos y partidos, actitud frente al trabajo en entrenamientos y partidos, recomendaciones sobre tabaco, alcohol, frutas, bebidas, lesiones, incluso hasta cómo se deben atar las botas…
Son tantas cosas sobre las que puede incidir un entrenador de jóvenes que su insistencia puede dar lugar a ciertos rechazos…
Por eso es fundamental la actitud mutua, la confianza. Porque entrenar a jóvenes futbolistas es una actividad socialmente responsable.
Hasta los propios estatutos del club tendrían que estar más desarrollados en este aspecto, definiendo la misión tanto de dirigentes y entrenadores respecto a la formación de los jugadores de cantera.
Siendo una actividad atractiva e interesante, una mala utilización de los fines y medios pudiera dar lugar a una deriva inadecuada.
Por ejemplo, los entrenadores responsables no deberían hablarles de manera despectiva, demasiado insistente en los defectos, no haciendo gracias de mal gusto en conjunto cuando afectan a un individuo en particular, manejando el sentido del humor con el máximo cuidado porque un comentario desafortunado puede hacer mucho daño a un jugador concreto pero también al conjunto.
Los entrenadores de cantera deben ser expertos en incentivar, en interesar a los jugadores por el fútbol, en motivar ambientes para que el jugador además de trabajar bien se divierta en entrenamientos y partidos, en saber elegir pero sin discriminar entre buenos y malos, en no precipitarse en hacer nominaciones tempranas de listos y torpes, figuras y tuercebotas… Porque incluso los entrenadores más listos, los que mejor “ojo clínico” tienen o hayan tenido, pueden fallar estrepitosamente en sus dictámenes sobre todo tratándose de gente en formación.
Leí hace poco a Mercé Conangla, psicóloga y escritora, que Educar es extraer lo mejor de una persona, ayudar a dar salida a su potencial; no se trata de llenarla de conocimientos, sino de iluminar mente y corazón.
Es urgente ofrecer a nuestros niños modelos más creativos, amorosos, pacíficos y autónomos.
 Me gusta muchísimo esta definición para lo que estamos concretando.
Porque el mundo del fútbol está lleno de juguetes rotos y de elecciones precipitadas; en unos casos por dictaminar que aquel niño es un fenómeno y luego se pierde; o al revés, aquel joven es muy malo pero luego explota como un jugador altamente competitivo.
De ahí la insistencia, tanto por la responsabilidad que se adquiere con el club, con sus jugadores y con el entorno que potencia y apoya esa labor de cantera.
El desarrollo de las aptitudes de un jugador requiere de sus entrenadores fuertes convicciones pero también un determinado conocimiento, sobre todo en la materia específica de formar personas.
De educar como señalábamos antes. Educar. ¡Qué palabra tan bonita! Y es una labor que no puede improvisarse, que no se debe ejecutar de manera espontánea ni ambigua, de manera intermitente, no dejarlo al “librillo” de cada entrenador sino que el club tiene que estructurarse adecuadamente a la cultura que quiera transmitir. Se suele decir: “Tenemos una buena camada”; o “Este año no tenemos buena cantera…”
Porque, la localización de buenas fuentes de jugadores a lo mejor depende de tener entrenadores buenos y dedicados, socialmente responsables como el mismo club debe asumir. Suele decirse de “La cantidad sale la calidad”, pero todos miran hacia los jugadores y pocos entrenadores y responsables de los clubes se sienten aludidos.
Hay poco debate sobre la creación de modelos prácticos, éticos, que contribuyan con claridad a los objetivos sociales de la sociedad deportiva.
Deberíamos hacer algunas preguntas: ¿Hemos definido nuestro modelo de cantera? ¿Tenemos los entrenadores adecuados? ¿Cómo preparamos a los entrenadores y a los jugadores? ¿Se les paga adecuadamente a los técnicos como para dedicarse plenamente a esta misión? ¿La dedicación es total o “mediopensionista”? ¿Tenemos espíritu profesional de formación de cantera o somos meros aficionados voluntaristas? Si no tenemos respuestas adecuadas, mejor no hacernos preguntas porque es más cómodo dejarlo todo al sistema anacrónico de toda la vida, a un sistema de lotería si toca, toca… Y de pronto, como las setas en el campo, aparece un jugador de cantera que nadie sabe nada de él…
Un deportista en primer lugar es persona y sus comportamientos, su manera de hacer, es fiel reflejo de su vida como ciudadano común.
Así que el proceso de formación atlético, biológico, personal, es un proceso ordenado. Por otra parte, siempre pensé que los equipos primero se forman fuera del campo de juego, con personas hechas y derechas que luego practican fútbol, con mayor o menor habilidad.
Detrás de estos personajes tiene que haber entrenadores íntegros. “
Entrenar es enseñar las respuestas productivas y olvidar las respuestas improductivas”, podría ser una buena guía para futbolistas que disponen de potencialidades diversas, futbolistas en ciernes que también tienen ciertas debilidades… El bagaje mínimo que los jugadores esperan de sus entrenadores es la paciencia, la comprensión, la comunicación sincera, la generosidad y el aliento…
Porque, aunque no lo lleguen a confesar, muchos entrenadores se pasan horas y horas buscando las mejores soluciones ya que no tienen todas las respuestas. Y malo aquel que ya lo sabe todo de todos… Cuanto mejor es el entrenador reconocerá que todos los días aprenden de sus propios jugadores.
Las variables continuas que plantean los jugadores, los retos de cada partido, las dificultades que generan las competiciones precisamente por ello se progresa, porque hay que vencer todos los días unos problemas imprevistos a los que hay que encontrar soluciones positivas. Y a ese nivel competitivo necesitamos futbolistas muy preparados en todos los aspectos señalados. Aquí viene a cuento el aforismo africano que otras veces ya he utilizado: “Para formar bien a un hombre, se necesita a toda la tribu”.
Porque, como leí a Robert Simón si vencer lo fuera todo, siempre podríamos alcanzar la victoria simplemente programando encuentros contra oponentes sumamente inferiores tanto el ganador como el perdedor pueden competir bien y tener muchos motivos de orgullo.
También, es verdad, existen trucos de esta naturaleza. Aunque la mayoría de las veces se puede aprender más cuando se pierde que cuando se gana.
El deporte competitivo es una búsqueda de la excelencia a través del reto y para eso se necesita un aprendizaje; por supuesto, alguien tiene que transmitir esas enseñanzas.
De ahí, la responsabilidad de los entrenadores de cantera. Éstos deben moldear lo primero su propio estilo de dirección así como actualizar sus conocimientos.

Es muy frágil la materia con la que trabajan, pero es una aventura encomiable, apasionante más bien.

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