Entendemos por disciplina, en el fútbol base, el cumplimiento de unas normas previamente establecidas para un grupo, para el equipo; y por disciplinado a todo aquel jugador que las obedece y respeta.
La disciplina ayuda a fortalecer al jugador individualmente y al equipo en su conjunto. Las normas son para cumplirlas. Todos, absolutamente todos.
Antes del inicio del campeonato de liga, en la pretemporada, cuando comenzamos con los entrenamientos (allá por el mes de agosto del año pasado), se establecieron unos días con sus horarios para realizarlos. Y aquí seguimos, unos con más voluntad que otros, pero aún continuamos todos aquí. Hasta el momento nadie ha dado la espantada.
Yo no soy entrenador de fútbol. No tengo licencia. Soy un aficionado a este deporte que actualmente llevo el equipo de infantiles del club de mi pueblo. Colaboro haciendo de delegado del equipo de esta categoría. Otras temporadas lo he hecho con los alevines y con el equipo de fútbol sala femenino. Siempre he dicho lo mismo. Para mí, la disciplina es fundamental. Se debe basar en el respeto mutuo entre jugadores y entre éstos y el entrenador.
Particularmente, conozco este deporte porque lo he practicado durante muchos años y también he defendido los colores de este club en sus distintas categorías. Durante todo ese tiempo que he jugado al fútbol he aprendido cosas y ahora intento enseñarlas a todo aquel que las quiera aprender.
Estoy como “entrenador” del equipo, en primer lugar por mi hijo que es jugador del mismo, en segundo, porque me gusta y tengo tiempo para ello, y en tercer lugar porque quiero. Nadie me obliga a estar, ni nadie me va a obligar a seguir si quiero marcharme. Esto os tiene que quedar muy clarito a todos vosotros, los jugadores. Ya os lo he dicho muchas veces.
Para tratar con niños, sino existe disciplina, pues la verdad que la cosa se puede complicar. Son muchos, en mi caso diecisiete, y cada uno tiene su propia forma de pensar y de ver las cosas.
Soy el “entrenador”, sí; pero a veces tengo que hacer de padre (de todos ellos y no sólo de mi hijo), de amigo, de psicólogo, de masajista, de formador, de coordinador, de educador…
Soy exigente con los chavales (y primero, y mucho más, lo soy conmigo mismo) y trato de sacar de cada uno de ellos lo más y mejor que llevan dentro, siempre hablando en términos deportivos.
No me agrada que se insulten o discutan entre ellos, no me agradan las malas maneras y los malos modos, no me agrada que se distraigan cuando les hablo o les explico algo, no me agrada que parezcan tan niños para unas cosas y tan poco niños para otras. ¿Vosotros me entendéis, verdad?
Siempre os digo que para que esto funcione tiene que haber alguien que “lleve la voz cantante” y ese alguien es el “entrenador”. Todos sabéis que a mi me gusta que las cosas se hagan como yo diga, cuando yo lo diga, donde yo lo diga, de la manera que yo lo diga… Entre otras muchas cosas, para eso estoy en el equipo. Mis decisiones hay que acatarlas, tal cual. Sólo eso.
En los partidos yo no les doy voces a los niños porque sí. Mi obligación es corregir sus posiciones y movimientos en el campo. Claro está que, como no estoy a su lado, pues tengo que gritarles para que me escuchen y atiendan. Esa es otra de mis funciones.
Tengo que actuar como formador, como coordinador del equipo. Doy la cara por ellos, por cualquiera de ellos, donde haga falta. Eso, ellos lo saben y lo han podido ya comprobar en más de una ocasión. Para mí son todos iguales. Probablemente, los respete yo a ellos más que ellos a mí.
Soy muy exigente, desde luego que sí, pero esa exigencia es la esencia de la disciplina. Yo jamás olvido que antes que nada sois niños. Ni vosotros tampoco tenéis que olvidarlo cuando estáis tratando conmigo. Debéis saber que tenéis en mí a un amigo, a un padre -cuando haga falta- y a vuestro “entrenador” de fútbol.
Antes del inicio del campeonato de liga, en la pretemporada, cuando comenzamos con los entrenamientos (allá por el mes de agosto del año pasado), se establecieron unos días con sus horarios para realizarlos. Y aquí seguimos, unos con más voluntad que otros, pero aún continuamos todos aquí. Hasta el momento nadie ha dado la espantada.
Yo no soy entrenador de fútbol. No tengo licencia. Soy un aficionado a este deporte que actualmente llevo el equipo de infantiles del club de mi pueblo. Colaboro haciendo de delegado del equipo de esta categoría. Otras temporadas lo he hecho con los alevines y con el equipo de fútbol sala femenino. Siempre he dicho lo mismo. Para mí, la disciplina es fundamental. Se debe basar en el respeto mutuo entre jugadores y entre éstos y el entrenador.
Particularmente, conozco este deporte porque lo he practicado durante muchos años y también he defendido los colores de este club en sus distintas categorías. Durante todo ese tiempo que he jugado al fútbol he aprendido cosas y ahora intento enseñarlas a todo aquel que las quiera aprender.
Estoy como “entrenador” del equipo, en primer lugar por mi hijo que es jugador del mismo, en segundo, porque me gusta y tengo tiempo para ello, y en tercer lugar porque quiero. Nadie me obliga a estar, ni nadie me va a obligar a seguir si quiero marcharme. Esto os tiene que quedar muy clarito a todos vosotros, los jugadores. Ya os lo he dicho muchas veces.
Para tratar con niños, sino existe disciplina, pues la verdad que la cosa se puede complicar. Son muchos, en mi caso diecisiete, y cada uno tiene su propia forma de pensar y de ver las cosas.
Soy el “entrenador”, sí; pero a veces tengo que hacer de padre (de todos ellos y no sólo de mi hijo), de amigo, de psicólogo, de masajista, de formador, de coordinador, de educador…
Soy exigente con los chavales (y primero, y mucho más, lo soy conmigo mismo) y trato de sacar de cada uno de ellos lo más y mejor que llevan dentro, siempre hablando en términos deportivos.
No me agrada que se insulten o discutan entre ellos, no me agradan las malas maneras y los malos modos, no me agrada que se distraigan cuando les hablo o les explico algo, no me agrada que parezcan tan niños para unas cosas y tan poco niños para otras. ¿Vosotros me entendéis, verdad?
Siempre os digo que para que esto funcione tiene que haber alguien que “lleve la voz cantante” y ese alguien es el “entrenador”. Todos sabéis que a mi me gusta que las cosas se hagan como yo diga, cuando yo lo diga, donde yo lo diga, de la manera que yo lo diga… Entre otras muchas cosas, para eso estoy en el equipo. Mis decisiones hay que acatarlas, tal cual. Sólo eso.
En los partidos yo no les doy voces a los niños porque sí. Mi obligación es corregir sus posiciones y movimientos en el campo. Claro está que, como no estoy a su lado, pues tengo que gritarles para que me escuchen y atiendan. Esa es otra de mis funciones.
Tengo que actuar como formador, como coordinador del equipo. Doy la cara por ellos, por cualquiera de ellos, donde haga falta. Eso, ellos lo saben y lo han podido ya comprobar en más de una ocasión. Para mí son todos iguales. Probablemente, los respete yo a ellos más que ellos a mí.
Soy muy exigente, desde luego que sí, pero esa exigencia es la esencia de la disciplina. Yo jamás olvido que antes que nada sois niños. Ni vosotros tampoco tenéis que olvidarlo cuando estáis tratando conmigo. Debéis saber que tenéis en mí a un amigo, a un padre -cuando haga falta- y a vuestro “entrenador” de fútbol.
Fuente.: futbolbasearroyano
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