LA ACTUACIÓN Y ACTITUD DEL ENTRENADOR ANTES DEL PARTIDO
Antes del partido el entrenador debe decidir los objetivos del partido y tener una expectativa realista sobre el posible rendimiento de sus jugadores: ¿qué puedo esperar de ellos?, ¿es esto realista?, ¿qué es lo que verdaderamente pueden hacer?.
a.- El entrenador debe especificar los objetivos y planes para el partido (lógicamente, considerando las características y objetivos generales de su equipo).
b.- Debe anticipar las dificultades más probables en el partido y debe decidir qué hará para paliar esas dificultades (en el caso anterior, por ejemplo, podrá tener previsto advertir a los jugadores que no se preocupen y animarles cuando pierdan balones).
c.- Al anticipar posibles dificultades, el entrenador conseguirá que éstas no le cojan por sorpresa, evitando enfadarse con los jugadores o no saber qué hacer cuando se presenten en el partido.
d.- Decidiendo que hará si las dificultades previstas se presentan, el entrenador habrá preparado estrategias deportivas apropiadas o, en cualquier caso, la estrategia que él utilizará como entrenador al dirigir el partido.
e.- Será muy adecuado que el entrenador sepa que hará él, como entrenador, cuando se presente este problema, para que la experiencia del partido sea favorable en cualquier caso.
f.- El entrenador debe cuidar los comentarios que transmite a sus jugadores antes del partido: ¿qué les dice?, ¿cómo controla sus expectativas?, ¿cómo evita que le den al partido más trascendencia de la que tiene?.
g.- En general, es importante que el entrenador, ante sus jugadores, mantenga una actitud equilibrada respecto a los partidos.
h.- Antes del partido, no es conveniente que el entrenador hable mucho del partido, ni que se refiera al posible resultado, sobre todo utilizando comentarios estresantes como: «tenemos que ganar éste partido como sea».
i.- El entrenador debe recordar a los jugadores que lo importante es que se diviertan jugando y se esfuercen al máximo.
j.- También puede señalarles que, pase lo que pase, es importante seguir mejorando, por lo que deben centrarse en lo que tienen que hacer y olvidarse del resultado («pase lo que pase, nosotros a lo nuestro»).
k.- Es importante que en estos momentos el entrenador potencie la percepción de control de los jugadores. Para ello, debe evitar referirse a aspectos que los jugadores no puedan controlar directamente (el resultado del partido) y centrarse en aspectos controlables, fundamentalmente en las conductas que los jugadores dominen.
l.- Así, los objetivos del equipo antes de un partido deben ser, únicamente, objetivos de realización y las instrucciones y los comentarios del entrenador deben centrarse, únicamente, en la conducta de los jugadores.
m.- Además, en los momentos anteriores al partido, el entrenador debe tener en cuenta que los jugadores suelen estar nerviosos, deseando que empiece el partido, y que en esas condiciones su capacidad atencional es muy reducida, por lo que debe evitar transmitirles mucha información o cualquier información compleja.
n.- En estos momentos, el entrenador debe limitarse a recordar los tres o cuatro aspectos clave del partido, señalando «telegráficamente» las conductas concretas que estime más prioritarias entre aquellas que los jugadores dominen.
LA ACTUACIÓN Y ACTITUD DEL ENTRENADOR DURANTE EL PARTIDO
El entrenador de jóvenes debe tener claro que los partidos son una experiencia formativa única y la más importante para poner en práctica y evaluar todo lo aprendido en los entrenamientos.
En los partidos, la conducta del entrenador puede influir decisivamente en el funcionamiento de los jugadores, tanto favoreciéndolo como perjudicándolo.
Para propiciar el mejor funcionamiento de sus jugadores, de forma que la experiencia del partido sea más beneficiosa, el entrenador debe:
a.- animar a los jugadores cuando cometan un error.
b.- ver siempre los aspectos positivos de su equipo.
c.- realizar sus comentarios o indicaciones a los jugadores de forma muy clara, muy específica y muy concisa siendo el propósito principal de sus comentarios centrar la atención de los jugadores y corregir errores.
d.- además de su conducta verbal, el entrenador debe evitar gestos de desaprobación, enfado o desesperación, los comentarios o frases despectivas hacia los jugadores y su actitud en el banquillo o al borde del campo, debe ser manteniendo una actitud tranquila que favorezca el buen funcionamiento del equipo y de él mismo dirigiendo el partido.
e.- valorar el rendimiento de los jugadores independientemente del resultado.
f.- aceptar los errores con optimismo.
g.- dirigir el partido con objetividad, con independencia del marcador.
h.- transmitir mensajes positivos a los jugadores.
i.- no decir a los jugadores continuamente lo que tienen que hacer, dejar que piensen y aprendan a decidir. No debe dirigirse continuamente a los jugadores para decirles cómo deben actuar ya que los jugadores necesitan autonomía y no pueden estar siempre pendientes del entrenador. Además, muchos de ellos se sienten incómodos si el entrenador les corrige frecuentemente, aumentando su ansiedad y funcionando peor. Muchas veces, por este motivo, estos jugadores «desconectan» y «pasan» de lo que el entrenador les dice.
j.- reconocer el mérito cuando intentan hacer lo correcto pero no lo consiguen.
k.- debemos adoptar un estilo positivo y constructivo que ayude a los jugadores. Más que recriminar y corregir es mejor y más apropiado reforzar las conductas individuales o colectivas que quiera consolidar.
l.- el refuerzo de las acciones correctas debe ser muy generoso, sobre todo en los equipos más jóvenes, por lo que el entrenador debe aprovechar cualquier oportunidad que lo merezca para reforzar a sus jugadores incluyendo su esfuerzo y sus iniciativas.
m.- debe controlar los comentarios que puedan oír los jugadores que están en el banquillo, evitando insultos o frases despectivas hacia los que están jugando, o cualquier comentario que denote su falta de control sobre el partido (por ejemplo: «¡esto es un desastre!; ¡ya no sé ni qué hacer!»). Este tipo de comentarios propiciarán el rechazo y la desconfianza de los jugadores, tanto de los que en ese momento no juegan y los escuchan, como de sus compañeros que juegan cuando se enteren más tarde.
LA ACTUACIÓN Y ACTITUD DEL ENTRENADOR DURANTE EL DESCANSO DEL PARTIDO
La actitud del entrenador y de los jugadores en el descanso del partido es fundamental y debe considerarse crucial.
El descanso, bien aprovechado, puede ser de gran ayuda para que los jugadores se recuperen físicamente (en la medida posible), salgan más concentrados y se preparen para rendir mejor la segunda parte del partido.
Pero mal utilizado, el descanso, puede resultar muy perjudicial, pues facilita que los jugadores puedan tener imágenes o pensamientos negativos, o reciban la influencia de elementos externos que alteren su funcionamiento óptimo (cosas que suceden alrededor, comentarios del entrenador o los compañeros, etc.) y se desconcentren y no rindan al máximo en la segunda parte.
El entrenador debe demorar su entrada en el vestuario varios minutos para que los jugadores hablen entre ellos, bajen las pulsaciones y se relajen sin ningún tipo de presión, aprovechando el entrenador este momento de soledad para meditar brevemente lo que quiere transmitir a los jugadores y así no actuar impulsivamente sin una estrategia determinada.
La pausa del descanso es muy valiosa y no debe desaprovecharse improvisando según dicte el estado de ánimo del entrenador. Al contrario, aunque en poco tiempo, el entrenador debe decidir cuáles son sus objetivos y su estrategia para obtener el máximo rendimiento del descanso.
El descanso del partido es el periodo en el que el entrenador puede intervenir directamente en mayor medida y el entrenador debe:
a.- hacer que los jugadores descansen, vayan al cuarto de baño, beban agua, cambien o ajusten sus botas, rehagan sus vendajes, se pongan hielo para aliviar el dolor de un golpe, etc.
b.- dirigirse a sus jugadores para mejorar su rendimiento en la segunda parte, corrigiendo los errores cometidos y no dedicando el tiempo a recriminar a los jugadores sus errores. Debe propiciar que mejore su rendimiento en la segunda parte, aplazando para otro momento cualquier comentario sobre lo ocurrido en el primer tiempo que no sea relevante para conseguir este objetivo.
c.- al impartir instrucciones, es conveniente que el entrenador siga la pauta que, en general, debe predominar en un partido: pocas, precisas y muy claras, centradas en las conductas concretas que los jugadores deban realizar en la segunda parte.
d.- no hablar muy rápido, hablar con energía pero sin «atropellarse» hablando, decir frases completas, dar instrucciones claras y precisas y utilizar palabras y frases que sean comprensibles para los jugadores.
e.- brevemente, el entrenador puede recordar, corregir o reforzar acciones del primer tiempo, siempre que sean relevantes para el segundo tiempo, finalizando con instrucciones muy específicas para la segunda parte.
f.- debe reforzar con el propósito de que vuelvan a repetirse en el segundo tiempo, conductas de esfuerzo, conductas de concentración, conductas de control y conductas de cooperación producidas durante el primer tiempo. De esta forma, el refuerzo servirá para fortalecer la autoconfianza de los jugadores, al destacarse conductas que dependen de ellos mismos en un porcentaje muy alto.
Sin embargo, no es conveniente que destaque conductas esporádicas de habilidad (por ejemplo: un tiro a puerta muy llamativo o un regate espectacular).
g.- finalizar su charla especificando los objetivos prioritarios de realización para la segunda parte y transmitiendo un mensaje optimista que anime a los jugadores.
h.- finalmente, dar alguna palabra de ánimo (por ejemplo: «¡venga chicos!, hay que seguir así, lo estais haciendo muy bien»; «¡ánimo!, ¡a seguir luchando!») y en general, es apropiado que desvíe la atención de los jugadores del marcador para centrarla en lo que tienen que hacer (por ejemplo: «olvidaros del marcador», «ocuparos sólo de lo que tenéis que hacer»).
LA ACTUACIÓN Y ACTITUD DEL ENTRENADOR DESPUÉS DEL PARTIDO
Al finalizar el partido, es conveniente que el entrenador adopte una actitud equilibrada con independencia de lo sucedido. Ni es bueno que esté eufórico el día que se gana y se juega bien, ni tampoco que esté deprimido el día que se pierde y se juega mal.
El entrenador de jugadores jóvenes debe recordar que los partidos son una experiencia formativa única, siendo uno de sus principales momentos el final de los mismos. En este momento, los jugadores deben aprender a tolerar la frustración de la derrota o el mal juego, y también a situar la victoria y el buen juego en una perspectiva apropiada.
El entrenador de jugadores jóvenes es un modelo de comportamiento que en estos momentos, más que en ningún otro, debe mostrar conductas adecuadas que los jugadores tiendan a imitar; y lo mismo debe aplicarse a los padres de los jugadores.
Así, al acabar el partido es importante que el entrenador controle sus emociones y enseñe a sus jugadores a felicitar al equipo contrario y al árbitro, mostrándose tranquilo y respetuoso.
El partido ha terminado y ya habrá tiempo para analizarlo. Ahora, lo importante es que el entrenador muestre su apoyo a los jugadores. Para ello, no hace falta que organice una charla ni que, por ejemplo, intente convencer a los que estén tristes de que no importa haber perdido. Basta que esté allí, con ellos, que les de alguna palabra de ánimo (sin excederse) y que se despida con optimismo hasta el siguiente entrenamiento.
No es éste el momento de analizar nada, ni de explicar nada, ni de corregir nada. Los jugadores deben tener tiempo para vivir sus emociones con tranquilidad, pues este aspecto también es parte del proceso formativo que propicia el fútbol.
El primer entrenamiento después del partido será el momento ideal para analizar, corregir y ayudar a que los jugadores se den cuenta de los aspectos que deben mejorar.
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