Al final los niños acaban por derrumbarse porque no dejan de recibir descalificaciones
“Querido diario, después del tiempo estival vuelven las competiciones de fútbol. Con ello y, por desgracia, vuelven los diversos problemas relatados en anteriores hojas del diario. A eso le tengo que añadir algunos que me están ocurriendo temporada tras temporada y que relataré en diferentes hojas, a lo largo del año futbolístico.
Hoy les traigo algo que suele sucederme cada fin de semana que juego fuera, y muy raramente, algún que otro partido en casa. Para empezar he de decir que cada partido se me hace muy duro de jugar debido a los comentarios que recibo desde la grada. No es sino ir a robarle el balón a un jugador rival y oírse a los padres del otro equipo gritar al jugador que lleva el balón (generalmente, el padre del niño que tiene el balón): “Báilalo, ¡que ese es malo!” “Encáralo, ¡Ese no corre!”. Pero sus descalificaciones hacia mí no acaban ahí.
Cuando recibo un pase y me dispongo a devolverlo o simplemente levanto la cabeza para ver dónde están mis compañeros vuelven las descalificaciones (generalmente, animando al niño del otro equipo que me presiona): “¡Vete que ese es malo!” “Ese no sabe pasarla”. Ya si fallo en esa jugada, del comentario pasan a la risa por haber errado. Y claro, con todo lo que escucho, pues a mí me entran los nervios, la desgana por jugar, las ganas de que se acabe el partido,… ¿Qué hago? Creo que voy a olvidarme de jugar al fútbol porque lo que yo pensaba que era un método de entretenimiento cada fin de semana acaba siendo un método de llegar derrumbado a casa pensando en que los padres tienen razón con lo que gritan. Soy malo y no sirvo para este deporte”
Una vez más, los padres como protagonistas de una historia, que se repite fin de semana tras fin de semana; campo tras campo.
Una vez más, los padres como protagonistas de una historia, que se repite fin de semana tras fin de semana; campo tras campo.
Al final los niños acaban por derrumbarse porque no dejan de recibir descalificaciones hacia su nivel de juego, cuando no es así. Muchos padres, para “premiar” a su hijo o su jugador, lo hacen a través de desprestigiar al rival sin saber el daño que le estamos haciendo. Pero en algunos casos la cosa es muchísimo más grave. Se han dado casos que son los propios entrenadores o algunos directivos los que hacen este tipo de comentarios. Aunque creamos que no, eso se le va metiendo al niño en la cabeza y al final acaban dejando el deporte en el que una vez se apuntaron PARA DISFRUTAR.
Fuente.: Gomera deportes
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