Diferencias entre formadores y súper entrenadores en el fútbol base, por Rubén Sánchez. Natural de Madrid, 29 años y Director de fútbol base en el C.F. Liceo Sport, donde lleva trabajando más de diez años.
Diferencias entre formadores y súper entrenadores en el fútbol base, por Rubén Sánchez. Natural de Madrid, 29 años y Director de fútbol base en el C.F. Liceo Sport, donde lleva trabajando más de diez años.
Me llamo Rubén Sánchez, tengo 29 años y soy de Madrid. Actualmente trabajo como director de fútbol base en el C.F. Liceo Sport. Allí he podido entrenar en todas las categorías durante más de diez años, hasta ocupar el puesto que desempeño en la actualidad. Me considero una “persona de Club”, que vive por y para el fútbol.
En este sentido, tengo mucho cariño a este Club porque hemos crecido juntos prácticamente desde sus inicios. Cuando llegué apenas teníamos 100 niños y hoy tenemos más de 500, bajo una filosofía de formación completamente educativa y antagónica a casi todo lo que conocemos. Creo que una de las cosas más bonitas cuando trabajas en fútbol base, es ver en el equipo juvenil, a chicos que has entrenado cuando eran benjamines.
Durante estos años, me fui formando en la universidad Autónoma de Madrid estudiando primero Magisterio de Educación Física y posteriormente CCAFYD. En esta segunda carrera tuve la oportunidad de realizar varios intercambios de estudios al extranjero, entre los que puedo destacar mi paso por la Facultad de Deportes de la Universidad de Oporto, uno de los epicentros del nuevo paradigma de entrenamiento en fútbol.
Paralelamente, también he formado parte de otros clubes como “preparador físico” entre los que puedo destacar el Rayo Vallecano, el Leixões (Portugal) y el San Fernando de Henares. También tuve mi periplo en el fútbol sala, siendo 2º entrenador de la Selección Madrileña Sub-19 la pasada temporada.
Mi sueño como el de muchos otros, es dedicarme al fútbol en su plenitud; pero me encuentro en un momento en el que no sé todavía que es lo que más me gusta, dentro de lo que ya sé que me gusta.
Respecto a esto, me gusta trabajar como preparador físico, me encanta la metodología y también me apasionan los niños; pero todos sabemos que es muy difícil vivir del fútbol base en este país. Por otra parte, también trabajo con mucha ilusión como profesor en los cursos de entrenadores de fútbol impartiendo varias asignaturas, así como de profesor colaborador en la Universidad Rey Juan Carlos tutorizando trabajos fin de grado para la línea de investigación de Iniciación Deportiva.
Las impresiones que aquí se presentan las redacté una tarde en mi casa después de presenciar un partido de categoría prebenjamín entre dos equipos de canteras punteras a nivel nacional. Pude analizar en aquel partido de forma paralela lo que es un “formador” y lo que es un “super-entrenador” a todas luces.
Ese día ganó el encuentro el equipo del “formador”, pero tristemente muchas veces ocurre lo contrario; y sé de lo que hablo, pues desde hace muchos años he tratado siempre de regirme por estos criterios asociados a lo que yo considero que debe ser un “formador”. Siempre diré lo mismo, y es que ninguna copa por muy grande que sea, vale más que la sonrisa de un niño.
Formar en el sentido amplio de la palabra (educar + entrenar + competir) es muy duro, cuando ves que otros con menos, obtienen más. El mimetismo del deporte profesional proyecta la importancia del resultado en fútbol base y relega a un segundo plano la importancia de la formación. El trabajo a largo plazo se vuelve muchas veces invisible. Sin embargo, cuando obtienes un éxito formando, todo el mundo es feliz, porque todos los chicos se sienten protagonistas.
¿La frase del día de hoy? “No tiene sentido tratar de empujar el río o acelerar la vendimia. El granjero que está deseoso de ayudar a que sus cultivos crezcan y sale por la noche y tira de los tallos nuevos de una planta, inevitablemente acaba por pasar hambre” (Jackson y Delehanty, 1995:201).
Muy bien dicho si sr.
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