La historia de Billy "El niño que disparaba demasiado"
Se llamaba Billy debido a la pasión de su padre por las "vaqueradas" y especialmente por que siempre consideró a "Billy el niño" un personaje entrañable, a su mamá le gustó la idea ya que presumir de nombre extranjero mola mogollón. Son esas decisiones que marcan tu vida, como al que le pusieron Hortensio ya que fue fruto de un calentón durante un viento fuerte.
Billy tenía tanta pasión por el balón como el original por las pistolas, su mente dibujaba jugadas que luego era capaz de transformar en realidad mientras su única competición consistía en jugar en el patio del colegio con sus amigos. Sus cualidades no pasaron desapercibidas al ojo del gran hermano que controla los recreos y así pasó a formar parte de una conocida escuela de fútbol en donde los valores son siempre lo importante.
Billy tenía tanta pasión por el balón como el original por las pistolas, su mente dibujaba jugadas que luego era capaz de transformar en realidad mientras su única competición consistía en jugar en el patio del colegio con sus amigos. Sus cualidades no pasaron desapercibidas al ojo del gran hermano que controla los recreos y así pasó a formar parte de una conocida escuela de fútbol en donde los valores son siempre lo importante.
Pero Billy tuvo su crisis personal, pensó que en el fondo no se divertía y decidió jugar como antes lo hacía en el colegio. Cogió el balón se fue de uno, de dos, de tres rivales mientras escuchaba el clásico "tira", "chupón", "cambia", "suelta" y una serie interminable de consejos que recibidos a la vez frenaron la jugada que tenía dibujada en su mente... y perdió el balón, una jugada que acabó con gol en contra y partido perdido. La bronca del entrenador solo fue comparable a las críticas de los entendidos de la grada y la reprimenda paterna le obligó a volver a su ¿juego? habitual durante esa y las siguientes temporadas.
Billy pasó a jugar en campo grande y su potente disparo dejó de ser tan efectivo, no recibía apenas balones ya que sus compañeros no sabían por que nunca fueron enseñados, sus habilidades se fueron por falta de práctica y los partidos ganados se convirtieron en continuas derrotas. Con dieciséis años era suplente habitual y en un descanso cogió todos los balones que tenía a su alcance y comenzó a disparar a la grada con rabia, desesperación y todas sus fuerzas. Se dirigió al vestuario, se duchó en calma y se marchó cabizbajo, nunca volvió a pisar un campo de fútbol, ahora tiene dieciocho y entre copa y copa recuerda lo que pudo haber sido y nunca fue aunque lo que mas le duele es que nunca pudo disfrutar de lo que tanto amaba. Su sueño se convirtió en su peor pesadilla.
-Para todos los Billys que se quedaron en el camino por unos resultados y unas presiones que nunca recordarán con agrado.
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