martes, 8 de septiembre de 2015

La importancia de la formación en el fútbol base

Futbol base 2
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Tras mi último artículo titulado “El fútbol base, fábrica de grandes jugadores” me habían quedado en el tintero muchos temas que aún se podían comentar, así como numerosos ejemplos que se podrían aportar para explicar lo dicho.
Lo cierto es que tampoco tenía muy claro sobre que enfocar este artículo, hasta que me dispuse a leer (por tercera o cuarta vez) “El entrenamiento del fútbol ofensivo”, libro escrito por Javier Lavandeira con la colaboración de Juan Carlos Valerón. Para mi, que ni juego al fútbol ni soy entrenador, este libro me ha facilitado la posibilidad de “introducirme” un poco más la forma de pensar que pueden tener los entrenadores, así como la táctica que puedan plantear a la hora de un partido.
De todo el libro (en próximos artículos desgranaré un poco más su contenido), quiero destacar un pequeño apartado de la introducción que lleva por título “¿Qué entendemos por formación?/ Relación con la competición”, que creo que resume bastante bien la importancia del fútbol base, y como lo que importa es la formación y no tanto los resultados.
“El trabajar en la base tantos años me ha llevado a plantearme algunas ideas con las que empecé a entrenar, por ejemplo, la palabra formación, sobre todo cuando algunos compañeros la empleaban como sinónimo de derrotas, perdemos porque estamos centrados en la formación.
Para mí la formación no está reñida con los resultados, siempre y cuando no invirtamos las prioridades, es decir, la formación debe ir relacionada con la mejora del futbolista a todos los niveles. Si tú consigues que el futbolista sea capaz mejorar a nivel individual, posibilitará la mejora del grupo de futbolistas que actúen con él y a la larga mejorará el conjunto, por lo tanto llegarán los resultados positivos sin que estos sean nuestro fin principal”
Con esto quiero centrar uno de los primeros puntos a tratar, que es la importancia del crecimiento como futbolista antes que el resultado. Es muy lícito buscar que el equipo obtenga grandes resultados, que consiga goleadas, pero eso no puede estar por encima del crecimiento de los niños. Lo que tiene que importar es conseguir el crecimiento de las características del futbolista (como defensa, portero o buscando las características que mejor se adecuen a su forma de ser/jugar), sin olvidar por supuesto los resultados.
“Lo esencial en la base es que el futbolista vaya adquiriendo bases sólidas sobre las que asentar su proceso de madurez futbolístico-personal, que debe ir relacionado con las mejoras, que le permitan, poco a poco y quemando sus fases, convertirse en un futbolista competitivo a todos los niveles: decisional, psicológico, físico, etc…”
La formación tiene que ir enfocada a conseguir la mejora del futbolista ya no solo en el aspecto físico.Tiene que crecer en todos los ámbitos, sea capaz de interpretar los partidos, buscando las mejores soluciones, mejorando el aspecto físico, vital en muchas ocasiones, y siendo quienes  de “unirlo” con el aspecto táctico.
Pensar por si mismo, aprendiendo de sus propios errores y siendo capaz de mejorarlos para convertirse en un futbolista mejor, sabiendo que es lo mejor en el aspecto individual, pero buscando el equilibrio con el resto del grupo.
“Pero la competición también tiene su sentido propio, se compite para vivenciar lo aprendido, evolucionar a  través de la competición y adaptarse paulatinamente a las situaciones reales que propone el fútbol.
Se compite también para evaluar y sacar conclusiones sobre nuestro  trabajo.”
No podemos olvidar, a pesar de todo, que efectivamente la competición está presente en la mente de todos. Pero como ya he dicho en ocasiones, no lo podemos plantear como lo primordial.La competición tiene que afrontarse como la forma de ver si los niños han captado lo enseñado, y como forma de enseñarles otros aspectos que ayuden en su crecimiento. El resultado de la competición, al final, tiene que ser lo menos importante. Si fallan y no ganan el torneo, lo que tenemos que decirles es que no pasa nada, analizar con ellos sus fallos, y usarlos para que no los vuelvan a cometer. Que entiendan que la competición es necesaria, pero que no es lo principal.
“Por último diremos, que en la base, cada niño tiene su propio ritmo de adquisición de los aprendizajes, debemos respetarlos, adaptarnos y dar diferentes respuestas según las necesidades que marca la heterogeneidad.”
Sin duda es lo principal. Cada niño es un mundo, y no todos evolucionan al mismo ritmo y de la misma forma. No podemos pretender que todos sean como Messi, que con 18 años ya estén triunfando. Hay niños que a pesar de que podamos pensar que no evolucionan, quizás estén captando mejor el mensaje, y al final sean los que mejor lo sepan captar en el terreno de juego. Cada uno, además, es diferente, por lo que hay que intentar realizar un entrenamiento en el cual podamos enseñar a cada uno de forma indivualizada, pero manteniendo un mismo nivel en el grupo, de forma que todos salgan beneficiados, tanto en el aspecto individual como en el grupal.
¿Reflexión? Hagamos de la formación de los futuros futbolistas algo divertido, que disfruten con lo que están haciendo, porque el momento de preocuparse y agobiarse por los resultados ya les llegará.

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